La distancia…
Tópico en el amor, excepción en
las amistades, fundadora de los famosos “te echo de menos”, casada con la
despedida, manipuladora de nuestros ahorros empeñados en viajar, enemiga de
todo aquel que la sufre; pero ante todo, creadora de los reencuentros (siempre
tan esperados).
Y es que, es imposible negar que ese abrazo
sacado de una película americana nos encanta, nos provoca un escalofrío que nos
recuerda cuanto echábamos en falta a la persona que teníamos lejos. Lejos hablando
en kilómetros, jamás en sentimientos.
Aunque, sin duda alguna, las palabras que
viajan en nuestra mente durante el camino de vuelta a casa son las de esa carta
que nos entregan antes de coger el avión, las que nos susurran en la puerta del
tren en marcha, o las que nos dicen con la mirada a través de la ventanilla del
autobús. ¿Quiénes? Los que nos quieren cerca.
Todo esto suena tan a despedida, que parece
que ha llegado la hora de despegar, partir o arrancar, de vuelta cada uno a sus
hogares con el olor navideño de Madrid impregnado en su ropa y las luces de Sol
chispeando aún en sus ojos.
Sin que nos demos cuenta, sin quererlo, la
navidad se marcha ya, y los nuestros con ella.
Pero, al fin y al cabo, las personas que están
hechas para nosotros viven lejos o, simplemente, nunca tendremos el placer de
conocerlas.
Y por esas de las que nuestra enemiga la
distancia nos separa, gritemos que, aun estando en el otro lado del charco o
mojando los pies en la orilla de este, su verdadero hogar está en nuestro corazón.
De hecho, mientras leéis esto estamos juntos allí, donde solo guardamos lo
mejor de nosotros.
Recordad que esto no es un adiós, es un hasta
pronto.
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